15 de Enero de 1946
A las 5 y 30 de la madrugada
Si no describo mi gozo nocturno me siento mal.
Pues bien, nos hemos acostado a las 24 y 15 y Marta se ha quedado dormida enseguida.
¡Y cuando duerme... duerme de verdad! Yo, en cambio, he cogido la Santa Reliquia y me
he puesto a rezar la acostumbrada plegaria contra Satanás, al que noto muy concentrado
en merodear por mi casa, en moverse a mi alrededor y alrededor de Ud. Luego he dicho
el acto de dolor, he hecho la Comunión espiritual, la plegaria "Heme aquí, amado y buen
Jesús... voy apreciando vuestras 5 Llagas, etc., etc". y la plegaria de la Cruz y luego el
Acto de ofrenda, como hago todas las noches. Termino con los "Gloria" a los Santísimos
Arcángeles y Ángeles, dejando por último a mi Ángel Custodio. Mientras le rezo a este
último, me interrumpo para decirle: Pero, ¿cómo te llamas? ¡Por cierto tendrás un
nombre! Yo te llamo "amonestador interior", pero me gustaría llamarte con un verdadero
nombre.
Se me aparece al lado de mi cama, a la derecha, hacia el fondo y dice muy listo y
sonriente: Me llamo Azarías.
¿Precisamente Azarías?
Sonríe aún más evidentemente y replica
¿Todavía no estás segura?
Digamos juntos el
"Veni Sancte Spiritus"
y siete "Gloria"
como te he enseñado
desde hace años para
encontrar en todas las necesidades
la respuesta y la guía del Espíritu Santo;
luego abre
la Biblia al azar.
El primer nombre que veas, es el mío.
Digo junto con él las plegarias y después abro la Biblia. Se me abre en la página 596 - IIº
Paralipómenos cap. 15º: "Azarías, hijo de Obed, etc., etc".
Sin dejar de sonreír, el ángel dice:
El significado de este nombre lo encontrarás en el
libro de Tobías, en las notas a pie de página.
Me precipito a controlar el libro de Tobías. Encuentro a pie de página del 5º capítulo:
"Azarías quiere decir 'ayuda del Señor'; por lo tanto, Azarías, hijo de Abnanías, quiere
decir 'ayuda del Señor, hijo de la bondad del Señor'".
El ángel dice: Así es y sonríe mirándome dulcemente.
Le observo: es alto, bello, tiene cabellos castaño oscuro, rostro redondeado y perfecto en
cuanto a facciones y color, dulces ojos castaño oscuro, grandes y hermosísimos. Observo
su amplio atavío: es una túnica derecha, casta, bellísima, sin cinturón ni manto, con
amplias mangas y escote cuadrado. Es de color blanco y plata. El fondo es plateado,
ligeramente oscuro; en cambio, el motivo en relieve (parece ser una túnica de precioso
brocado) es de un blanco luminoso, aún más blanco que la más blanca de las nieves o de
los petálos blancos que hayan existido jamás. Dicho relieve forma una estela continua de
tallos de lirios con las corolas abiertas. Los tallos llevan esta dirección:
de modo que el ángel parece estar ceñido por un manojo de lirios en flor que el envuelve
por completo. En el cuello, en las mangas y en el ruedo, la túnica tiene fajas de plata.
Le digo: ¡Es el mismo atavío del 4 de enero de 1932 y tienes el mismo aspecto!.
Sí, soy yo. Y si otras veces te aparecí con los tres colores santos fue para recordarte
que el ángel Custodio vela especialmente sobre la vida de las tres virtudes teologales, en
el espíritu del que es custodiado por él.
Sigo contemplándole y contemplándole, repitiendo y saboreando su nombre, por toda la
noche poblada de amargos sufrimientos y sin el menor asomo de sueño...
Por lo tanto, de ahora en adelante, el "amonestador interior" quedarà indicado con el
nombre de Azarías porque, como me dijo él mismo al saludarme y antes de desaparecer a
mi vista espiritual, todo ángel custodio es un Azarías, es decir, una ayuda del Señor que
, en casos especiales, se manifiesta con más intensidad por orden del Señor y para su
gloria.
20 de enero de 1946
Mientras estoy cosiendo, contemplo mentalmente la figura moral de Jesucristo. Pienso
que, si pudiera tener su retrato reproducido en una tela según mis indicaciones y, por lo
tanto, lo más semejante posiblea como era su Santísimo Semblante de Hombre, me
gustaría hacerle escribir debajo de la imagen una frase que fuera "todo" lo que era Jesús
de Nazaret. Pienso que podría ser "Venid a Mí" o "Yo soy la Vía - Verdad - Vida" o "No
temáis, soy Yo", pero siento que todavía no es lo que mi alma quiere para indicar a "el
Cristo".
San Azarías me habla:
Jesús es el Compendio del amor de los Tres. Jesús es el Compendio de lo que es la
Santísima Trinidad y la Unidad de Dios. Es la perfección de los Tres compendiada en Uno
solo. Es la infinita, multiforme Perfección compendiada en Jesús. Es un abismo de
Perfección ante el cual se postran en adoración las milicias celestes y las
bienaventuradas muchedumbres del Paraíso. Es un abismo de Amor que pudo ser y
puede ser comprendido y aceptado solamente por los que poseen amor.
Por lo que aquí se explica cómo pudo convertirse en Espíritu del Mal el arcángel que era
un espíritu benigno y santo, pero no tan santo, pero no tan santo como para ser
completamente amor. Precisamente, es la medida del amor que uno lleva en sí, la que
establece la medida de su perfección y su grado de oposición a toda corrupción.
Cuando el amor es total, ya nada puede abrirse a la corrupción. La molécula que no ama
es una brecha que permite fácilmente la infiltración de los primeros elementos que no son
amor. Y ellos fuerzan, ensanchan, inundan y así sumergen los elementos buenos hasta
matarlos. Lucifer tenía una medida de amor incompleta. En él había un espacio ocupado
por la complacencia de sí mismo, o sea, un espacio en el que no podía haber amor. Y
por esta brecha entró, para perderle, su depravación. Debido a ella, no pudo comprender
y aceptar al Cristo-Amor, Compendio del infinito, del único, del trino Amor. Y el hecho de
que hoy en día esté más difundida la herejía que niega la Humanidad Divina de la
Segunda Persona y que hace de Él simplemente un hombre bueno y justo, se explica
fácilmente con esta clave: la falta de amor en el corazón humano, la incapacidad de amar,
la escasa posesión de amor.
Alma mía, observa que, tanto en la época de Cristo como luego en la era cristiana,
siempre fueron dos los puntos que se empecinó en negar el arrogante intelecto del
hombre que, sí no es humilde y amoroso, no puede creer: uno, que Cristo era Dios y
Hombre y que hizo únicamente acciones espirituales, por las cuales fue odiado hasta por
los más íntimos de los suyos y, por lo tanto, también fue traicionado; dos, que Cristo creó
el Sacramento del Amor. En aquel entonces, ahora, siempre, heréticamente los "sin amor"
dijeron y dirán que Dios no puede estar en Jesús y que Jesús no puede estar en la
Santísima y adorable Eucaristía.
Por eso, alma mía, si tuvieras que hacer escribir una palabra bajo la efigie del Hombre-
Dios, tendrías que hacer escribir: "Yo soy el Compendio del Amor" .
Y luego San Azarías calla y queda en adoración.
¡Qué paz, qué paz queda en mí!
¡Qué luz, qué sensación de bienestar mental, la
sensación del pensamiento que se apacigua gracias a una respuesta que lo persuade por
completo: esto es lo que se produce durante y después de la lección angélical! Con este
tesoro mío cierro el cuaderno y vuelvo a mi tarea manual, mientras en los ojos de la
mente satisfecha contemplan la lección recibida.
Más tarde vuelvo a leer, medito y me detengo obstinadamente en la frase: "Lucifer no fue
tan santo como para ser completamente amor". En mi concepto sublime de los ángeles,
no logro comprender cómo un espíritu angélico pudo haber tenido faltas. ¡Ante el pecado
de los ángeles, siempre he tenido un invencible estupor! Y nadie ha logrado darme jamás
una explicación capaz de persuadirme de qué modo, en un mundo en el que faltaba el
elemento "Mal" porque aún no se había formado, ciertos seres espirituales, creados por la
perfecta voluntad de Dios, seres que contemplaban la eterna Perfección - y nada más que
ésa - hayan podido pecar. Y ahora la frase: "...no tan santo como para ser completamente
amor" me detiene y suscita de nuevo en mí la pregunta : ¿Como pudo suceder eso?".
San Azarías me dice:
Los ángeles son superirores a los hombres. Diciendo "hombres", me refiero a los seres
así llamados, compuestos de materia y espíritu. Entonces, somos superiores nosotros,
que somos sólo espíritu. Mas recuerda que, cuando en el hombre vive la Gracia y circula
la Sangre del Místico Cuerpo cuya Cabeza es Cristo y ya está fortalecido por los siete
Sacramentos desde el nacimiento hasta la muerte y en todos los estados y fases de la
vida, entonces en vosotros, que por eso sois "templos vivos del Señor", nosotros vemos
al Señor y le adoramos en vosotros. En este caso, sois superiores a nosotros, sois "otros
Cristos" y poseéis lo que se llama "Pan de los ángeles" que, en realidad, es Pan
solamente de los hombres. ¡Ésta es la mística y no saciada hambre de Eucaristía que
existe en nosotros y que nos lleva a estrecharnos a vosotros cuando os nutrís de Ella para
sentir la fragancia divina de este Pan perfecto!
Mas, para volver al principio, te diré que en los ángeles, que somos diferentes de vosotros
en cuanto a naturaleza y perfección, existe - como en vosotros - la libre voluntad. Dios no
creó esclavos. Al principio, en la creación existía sólo el Orden. Pero el Orden no excluye
la libertad. Por el contrario, en el Orden existe la perfecta libertad. Y tampoco existe en el
orden, como fuerza constrictora, el temor de una invasión, de una intromisión, de una
anarquía de otras voluntades que, al penetrar en la órbita y en la trayectoria de otros
seres o cosas creadas, puedan producir colisiones y ruina. Así era todo el Universo antes
de que Lucifer, abusando de su libertad, por su propia voluntad creara en sí mismo el
desorden de las pasiones para crear desorden en el Orden perfecto. Si hubiera sido todo
amor, no habría encontrado lugar en sí mismo para ninguna otra cosa que no fuera amor.
En cambio, encontró lugar para la soberbia, que es lo que podríamos definir el desorden
del intelecto.
¿Dios habría podido impedir este hecho? Sí, habría podido hacerlo. Mas, ¿por qué forzar
la libre voluntad del bellísimo e inteligentísimo arcángel? De ese modo, no queriendo ya lo
que antes había querido, o sea, la libertad del arcángel, ¿no habría sido Él mismo, el
Justísimo, quien acabaría por llevar el desorden a su ordenado Pensamiento? Dios no
oprimió el espíritu turbado para ponerlo, con la violencia, en la imposibilidad de pecar. En
ese caso, su conducta no pecaminosa no habría tenido mérito alguno. También para
nosotros fue necesario el "saber desear el Bien" para seguir mereciendo el gozo de la
vista de Dios. ¡Qué beatitud infinita!
Así como había querido a su lado al arcángel sublime en los pirmeros actos de la
Creación, haciendo que tuviera total conocimiento de esa creación de amor, del mismo
modo Dios quiso que el arcángel conociera la adorable y dolorosa necesidad que su
pecado le había impuesto a Él mismo: la Encarnación y la Muerte de un Dios para
contrabalancear la ruina del Pecado que se habría producido si Lucifer no hubiera vencido
en sí mismo la soberbia. Tal era el único lenguaje que podía emplear el Amor. La primera
aniquilación de Dios está en este acto de querer doblegar dulcemente al soberbio, casi
suplicándole, con la visión de lo que su soberbia iba a imponer a Dios, que no pecara,
para no llevara a otros a pecar.
Era un acto de amor. En cambio Lucifer, ya completamente poseído por la furia satánica,
lo tomó por miedo, debilidad y afrenta, como una verdadera declaración de guerra y, por
eso, declaró guerra al Perfectísimo diciendo: "¿Tu eres? Pues, yo tambien soy. Lo que
has hecho, lo has hecho gracias a mí. Dios no existe. Y si existe un Dios, soy yo. Yo me
adoro. Yo te aborrezco. Yo me niego a reconocer como mi Señor a quien no sabe
vencerme. Si no querías rivales, no debías haberme creado tan perfecto. Ahora yo soy y
estoy contra ti. Vénceme, si puedes. Per no te temo. También yo crearé y por mi causa va
a temblar toda tu Creación, porque yo la sacudiré como un jirón de nube zarandeado por
los vientos, pues te odio y quiero destruir lo que es tuyo para construir sobre las ruinas lo
que será mío. No conozco y no reconozco ninguna otra potencia más que yo. Y ya no
adoro, ya no adoro, ya no adoro a nadie que no sea yo mismo".
En verdad, entonces se produjo en la Creación, en toda la Creación, desde las más
insondables profundidades, una pavorosa convulsión debida al horror que produjeron
estas sacrílegas palabras. Fue una convulsión tan grande que ni siquiera la habrá igual al
final de la Creación. Y de ella nació el Infierno, el reino del Odio.
¿Comprendes ahora, alma mía, cómo nació el Mal? Nació de la libre voluntad, que el
Señor respetó, de uno que no era "todo-amor". Y créeme, sobre todo pecado que desde
entonces se comete, grava este juicio: "Aquí no todo es amor".
El amor total impide el pecado.
Y lo hace sin esfuerzo. ¡Al que ama, no le cuesta alcanzar la justicia! El amor le eleva por
sobre todos los fangos y los peligros y le purifica continuamente de las mínimas
imperfecciones que aún perduran en el último grado de la santidad consumada, es decir,
en ese estado en el que el espíritu ya ha progresado tanto que es verdaderamente un rey
y ya está unido en espiritual connubio a su Señor, y goza de una vida que es menor sólo
de un grado a la de los bienaventurados en el Cielo, pues de tal modo el Señor se dona y
se revela a su hijo bendito.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Del libro "Cuadernos 1945-1950 de Maria Valtorta"
Centro Editoriale Valtortiano
A las 5 y 30 de la madrugada
Si no describo mi gozo nocturno me siento mal.
Pues bien, nos hemos acostado a las 24 y 15 y Marta se ha quedado dormida enseguida.
¡Y cuando duerme... duerme de verdad! Yo, en cambio, he cogido la Santa Reliquia y me
he puesto a rezar la acostumbrada plegaria contra Satanás, al que noto muy concentrado
en merodear por mi casa, en moverse a mi alrededor y alrededor de Ud. Luego he dicho
el acto de dolor, he hecho la Comunión espiritual, la plegaria "Heme aquí, amado y buen
Jesús... voy apreciando vuestras 5 Llagas, etc., etc". y la plegaria de la Cruz y luego el
Acto de ofrenda, como hago todas las noches. Termino con los "Gloria" a los Santísimos
Arcángeles y Ángeles, dejando por último a mi Ángel Custodio. Mientras le rezo a este
último, me interrumpo para decirle: Pero, ¿cómo te llamas? ¡Por cierto tendrás un
nombre! Yo te llamo "amonestador interior", pero me gustaría llamarte con un verdadero
nombre.
Se me aparece al lado de mi cama, a la derecha, hacia el fondo y dice muy listo y
sonriente: Me llamo Azarías.
¿Precisamente Azarías?
Sonríe aún más evidentemente y replica
¿Todavía no estás segura?
Digamos juntos el
"Veni Sancte Spiritus"
y siete "Gloria"
como te he enseñado
desde hace años para
encontrar en todas las necesidades
la respuesta y la guía del Espíritu Santo;
luego abre
la Biblia al azar.
El primer nombre que veas, es el mío.
Digo junto con él las plegarias y después abro la Biblia. Se me abre en la página 596 - IIº
Paralipómenos cap. 15º: "Azarías, hijo de Obed, etc., etc".
Sin dejar de sonreír, el ángel dice:
El significado de este nombre lo encontrarás en el
libro de Tobías, en las notas a pie de página.
Me precipito a controlar el libro de Tobías. Encuentro a pie de página del 5º capítulo:
"Azarías quiere decir 'ayuda del Señor'; por lo tanto, Azarías, hijo de Abnanías, quiere
decir 'ayuda del Señor, hijo de la bondad del Señor'".
El ángel dice: Así es y sonríe mirándome dulcemente.
Le observo: es alto, bello, tiene cabellos castaño oscuro, rostro redondeado y perfecto en
cuanto a facciones y color, dulces ojos castaño oscuro, grandes y hermosísimos. Observo
su amplio atavío: es una túnica derecha, casta, bellísima, sin cinturón ni manto, con
amplias mangas y escote cuadrado. Es de color blanco y plata. El fondo es plateado,
ligeramente oscuro; en cambio, el motivo en relieve (parece ser una túnica de precioso
brocado) es de un blanco luminoso, aún más blanco que la más blanca de las nieves o de
los petálos blancos que hayan existido jamás. Dicho relieve forma una estela continua de
tallos de lirios con las corolas abiertas. Los tallos llevan esta dirección:
de modo que el ángel parece estar ceñido por un manojo de lirios en flor que el envuelve
por completo. En el cuello, en las mangas y en el ruedo, la túnica tiene fajas de plata.
Le digo: ¡Es el mismo atavío del 4 de enero de 1932 y tienes el mismo aspecto!.
Sí, soy yo. Y si otras veces te aparecí con los tres colores santos fue para recordarte
que el ángel Custodio vela especialmente sobre la vida de las tres virtudes teologales, en
el espíritu del que es custodiado por él.
Sigo contemplándole y contemplándole, repitiendo y saboreando su nombre, por toda la
noche poblada de amargos sufrimientos y sin el menor asomo de sueño...
Por lo tanto, de ahora en adelante, el "amonestador interior" quedarà indicado con el
nombre de Azarías porque, como me dijo él mismo al saludarme y antes de desaparecer a
mi vista espiritual, todo ángel custodio es un Azarías, es decir, una ayuda del Señor que
, en casos especiales, se manifiesta con más intensidad por orden del Señor y para su
gloria.
20 de enero de 1946
Mientras estoy cosiendo, contemplo mentalmente la figura moral de Jesucristo. Pienso
que, si pudiera tener su retrato reproducido en una tela según mis indicaciones y, por lo
tanto, lo más semejante posiblea como era su Santísimo Semblante de Hombre, me
gustaría hacerle escribir debajo de la imagen una frase que fuera "todo" lo que era Jesús
de Nazaret. Pienso que podría ser "Venid a Mí" o "Yo soy la Vía - Verdad - Vida" o "No
temáis, soy Yo", pero siento que todavía no es lo que mi alma quiere para indicar a "el
Cristo".
San Azarías me habla:
Jesús es el Compendio del amor de los Tres. Jesús es el Compendio de lo que es la
Santísima Trinidad y la Unidad de Dios. Es la perfección de los Tres compendiada en Uno
solo. Es la infinita, multiforme Perfección compendiada en Jesús. Es un abismo de
Perfección ante el cual se postran en adoración las milicias celestes y las
bienaventuradas muchedumbres del Paraíso. Es un abismo de Amor que pudo ser y
puede ser comprendido y aceptado solamente por los que poseen amor.
Por lo que aquí se explica cómo pudo convertirse en Espíritu del Mal el arcángel que era
un espíritu benigno y santo, pero no tan santo, pero no tan santo como para ser
completamente amor. Precisamente, es la medida del amor que uno lleva en sí, la que
establece la medida de su perfección y su grado de oposición a toda corrupción.
Cuando el amor es total, ya nada puede abrirse a la corrupción. La molécula que no ama
es una brecha que permite fácilmente la infiltración de los primeros elementos que no son
amor. Y ellos fuerzan, ensanchan, inundan y así sumergen los elementos buenos hasta
matarlos. Lucifer tenía una medida de amor incompleta. En él había un espacio ocupado
por la complacencia de sí mismo, o sea, un espacio en el que no podía haber amor. Y
por esta brecha entró, para perderle, su depravación. Debido a ella, no pudo comprender
y aceptar al Cristo-Amor, Compendio del infinito, del único, del trino Amor. Y el hecho de
que hoy en día esté más difundida la herejía que niega la Humanidad Divina de la
Segunda Persona y que hace de Él simplemente un hombre bueno y justo, se explica
fácilmente con esta clave: la falta de amor en el corazón humano, la incapacidad de amar,
la escasa posesión de amor.
Alma mía, observa que, tanto en la época de Cristo como luego en la era cristiana,
siempre fueron dos los puntos que se empecinó en negar el arrogante intelecto del
hombre que, sí no es humilde y amoroso, no puede creer: uno, que Cristo era Dios y
Hombre y que hizo únicamente acciones espirituales, por las cuales fue odiado hasta por
los más íntimos de los suyos y, por lo tanto, también fue traicionado; dos, que Cristo creó
el Sacramento del Amor. En aquel entonces, ahora, siempre, heréticamente los "sin amor"
dijeron y dirán que Dios no puede estar en Jesús y que Jesús no puede estar en la
Santísima y adorable Eucaristía.
Por eso, alma mía, si tuvieras que hacer escribir una palabra bajo la efigie del Hombre-
Dios, tendrías que hacer escribir: "Yo soy el Compendio del Amor" .
Y luego San Azarías calla y queda en adoración.
¡Qué paz, qué paz queda en mí!
¡Qué luz, qué sensación de bienestar mental, la
sensación del pensamiento que se apacigua gracias a una respuesta que lo persuade por
completo: esto es lo que se produce durante y después de la lección angélical! Con este
tesoro mío cierro el cuaderno y vuelvo a mi tarea manual, mientras en los ojos de la
mente satisfecha contemplan la lección recibida.
Más tarde vuelvo a leer, medito y me detengo obstinadamente en la frase: "Lucifer no fue
tan santo como para ser completamente amor". En mi concepto sublime de los ángeles,
no logro comprender cómo un espíritu angélico pudo haber tenido faltas. ¡Ante el pecado
de los ángeles, siempre he tenido un invencible estupor! Y nadie ha logrado darme jamás
una explicación capaz de persuadirme de qué modo, en un mundo en el que faltaba el
elemento "Mal" porque aún no se había formado, ciertos seres espirituales, creados por la
perfecta voluntad de Dios, seres que contemplaban la eterna Perfección - y nada más que
ésa - hayan podido pecar. Y ahora la frase: "...no tan santo como para ser completamente
amor" me detiene y suscita de nuevo en mí la pregunta : ¿Como pudo suceder eso?".
San Azarías me dice:
Los ángeles son superirores a los hombres. Diciendo "hombres", me refiero a los seres
así llamados, compuestos de materia y espíritu. Entonces, somos superiores nosotros,
que somos sólo espíritu. Mas recuerda que, cuando en el hombre vive la Gracia y circula
la Sangre del Místico Cuerpo cuya Cabeza es Cristo y ya está fortalecido por los siete
Sacramentos desde el nacimiento hasta la muerte y en todos los estados y fases de la
vida, entonces en vosotros, que por eso sois "templos vivos del Señor", nosotros vemos
al Señor y le adoramos en vosotros. En este caso, sois superiores a nosotros, sois "otros
Cristos" y poseéis lo que se llama "Pan de los ángeles" que, en realidad, es Pan
solamente de los hombres. ¡Ésta es la mística y no saciada hambre de Eucaristía que
existe en nosotros y que nos lleva a estrecharnos a vosotros cuando os nutrís de Ella para
sentir la fragancia divina de este Pan perfecto!
Mas, para volver al principio, te diré que en los ángeles, que somos diferentes de vosotros
en cuanto a naturaleza y perfección, existe - como en vosotros - la libre voluntad. Dios no
creó esclavos. Al principio, en la creación existía sólo el Orden. Pero el Orden no excluye
la libertad. Por el contrario, en el Orden existe la perfecta libertad. Y tampoco existe en el
orden, como fuerza constrictora, el temor de una invasión, de una intromisión, de una
anarquía de otras voluntades que, al penetrar en la órbita y en la trayectoria de otros
seres o cosas creadas, puedan producir colisiones y ruina. Así era todo el Universo antes
de que Lucifer, abusando de su libertad, por su propia voluntad creara en sí mismo el
desorden de las pasiones para crear desorden en el Orden perfecto. Si hubiera sido todo
amor, no habría encontrado lugar en sí mismo para ninguna otra cosa que no fuera amor.
En cambio, encontró lugar para la soberbia, que es lo que podríamos definir el desorden
del intelecto.
¿Dios habría podido impedir este hecho? Sí, habría podido hacerlo. Mas, ¿por qué forzar
la libre voluntad del bellísimo e inteligentísimo arcángel? De ese modo, no queriendo ya lo
que antes había querido, o sea, la libertad del arcángel, ¿no habría sido Él mismo, el
Justísimo, quien acabaría por llevar el desorden a su ordenado Pensamiento? Dios no
oprimió el espíritu turbado para ponerlo, con la violencia, en la imposibilidad de pecar. En
ese caso, su conducta no pecaminosa no habría tenido mérito alguno. También para
nosotros fue necesario el "saber desear el Bien" para seguir mereciendo el gozo de la
vista de Dios. ¡Qué beatitud infinita!
Así como había querido a su lado al arcángel sublime en los pirmeros actos de la
Creación, haciendo que tuviera total conocimiento de esa creación de amor, del mismo
modo Dios quiso que el arcángel conociera la adorable y dolorosa necesidad que su
pecado le había impuesto a Él mismo: la Encarnación y la Muerte de un Dios para
contrabalancear la ruina del Pecado que se habría producido si Lucifer no hubiera vencido
en sí mismo la soberbia. Tal era el único lenguaje que podía emplear el Amor. La primera
aniquilación de Dios está en este acto de querer doblegar dulcemente al soberbio, casi
suplicándole, con la visión de lo que su soberbia iba a imponer a Dios, que no pecara,
para no llevara a otros a pecar.
Era un acto de amor. En cambio Lucifer, ya completamente poseído por la furia satánica,
lo tomó por miedo, debilidad y afrenta, como una verdadera declaración de guerra y, por
eso, declaró guerra al Perfectísimo diciendo: "¿Tu eres? Pues, yo tambien soy. Lo que
has hecho, lo has hecho gracias a mí. Dios no existe. Y si existe un Dios, soy yo. Yo me
adoro. Yo te aborrezco. Yo me niego a reconocer como mi Señor a quien no sabe
vencerme. Si no querías rivales, no debías haberme creado tan perfecto. Ahora yo soy y
estoy contra ti. Vénceme, si puedes. Per no te temo. También yo crearé y por mi causa va
a temblar toda tu Creación, porque yo la sacudiré como un jirón de nube zarandeado por
los vientos, pues te odio y quiero destruir lo que es tuyo para construir sobre las ruinas lo
que será mío. No conozco y no reconozco ninguna otra potencia más que yo. Y ya no
adoro, ya no adoro, ya no adoro a nadie que no sea yo mismo".
En verdad, entonces se produjo en la Creación, en toda la Creación, desde las más
insondables profundidades, una pavorosa convulsión debida al horror que produjeron
estas sacrílegas palabras. Fue una convulsión tan grande que ni siquiera la habrá igual al
final de la Creación. Y de ella nació el Infierno, el reino del Odio.
¿Comprendes ahora, alma mía, cómo nació el Mal? Nació de la libre voluntad, que el
Señor respetó, de uno que no era "todo-amor". Y créeme, sobre todo pecado que desde
entonces se comete, grava este juicio: "Aquí no todo es amor".
El amor total impide el pecado.
Y lo hace sin esfuerzo. ¡Al que ama, no le cuesta alcanzar la justicia! El amor le eleva por
sobre todos los fangos y los peligros y le purifica continuamente de las mínimas
imperfecciones que aún perduran en el último grado de la santidad consumada, es decir,
en ese estado en el que el espíritu ya ha progresado tanto que es verdaderamente un rey
y ya está unido en espiritual connubio a su Señor, y goza de una vida que es menor sólo
de un grado a la de los bienaventurados en el Cielo, pues de tal modo el Señor se dona y
se revela a su hijo bendito.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Del libro "Cuadernos 1945-1950 de Maria Valtorta"
Centro Editoriale Valtortiano